La delicada situación en la que vive España está haciendo que se inviertan las cifras de inmigración-emigración que se estaban viviendo en los últimos años y que, todo sea dicho, suponían un cambio diametral con lo que había venido siendo la historia nacional no solo en el pasado siglo XX, sino en sus precedentes. Desde las expediciones de Colón, o incluso antes, España había sido un país fundamentalmente de emigración. Un lugar con altos índices de pobreza del cual muchos intentaban salir buscando nuevos destinos y, por qué no decirlo, también soñando con expropiaciones rápidas de riquezas. Ahora, en cambio, los jóvenes, y no tan jóvenes, que se van lo hacen con la esperanza de, al menos, poder ganar algo para comer y prosperar en el caso de los primeros. Y de conseguir dinero y un porvenir para sus hijos en el de los segundos. Es decir, fundamentalmente, las mismas razones que motivan, o motivaban, a un senegalés, a un maliense, a un hondureño o a un argentino a aventurarse hasta el interior de nuestras fronteras.

La frontera entre Melilla y Marruecos es una doble valla de seis metros de altura que se divisa desde muchos puntos. Foto: G.S.
Hoy, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) podemos encontrar españoles en los puntos más distantes del planeta. Así, hay 15.767 compatriotas en Australia, 1.775 en Japón, 43.871 en Brasil, 83.440 en EEUU o 30.580 en México. Pero también en África, con 251 en Egipto, o 146 en Mauritania. No obstante, y como también pasa en otras regiones, incluida África, la mayoría de las migraciones son hacia los países vecinos. En este caso, a otros estados Europeos. Es cierto que ya no hay fronteras, que somos La Unión Europea, pero no lo es menos que emigrar siempre supone cambiar tus costumbres, tu entorno, en muchos casos tu idioma, y también sentir muchos momentos de soledad y zozobra por mucho que uno sepa que está en el mismo continente o en la misma unión económica. El ir a un cajero y recibir una moneda que conoces bien no significa que te sientas menos desarraigado, menos extranjero. De este modo, los más de 464.000 españoles que residen en Francia, los 70.775 de Inglaterra o los 169.550 de Alemania, suponen una diáspora muy importante que a veces se pasa por alto, pero que es tan migrante como el que cruza medio globo o aquel que en los siglos XIX y XX dejaba la tranquilidad de su pueblo para probar fortuna en la ajetreada ciudad.
Aquí os dejamos un curioso link de la OIM sobre las migraciones a nivel mundial. Pueden pinchar en cada país y ver tanto donde viven sus emigrantes como de donde proceden sus emigrantes…
http://www.iom.int/files/live/sites/iom/files/world-migration/index_big.html
Y también el trailer de un documental sobre los procesos migratorios de tres mujeres salvadoreñas hacia EEUU
Estoy totalmente de acuerdo, también tengo un artículo de mi blog que habla un poco de lo mismo, pero señalando que es la demanda de trabajadores en los países receptores de inmigración el verdadero imán de la emigración.
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