Las rutas de la doctrina del descubrimiento en Asia
En la segunda mitad del siglo XVI se contacta al fin con el Zipango y el Catai descritos por Marco Polo; el objetivo por el cual personajes como Cristobal Colón se lanzó a la conquista por vía marítima. Al mismo tiempo, se produciría la confirmación de científicos como Galileo Galilei que habían afirmado que la tierra era redonda. El Viaje alrededor del mundo de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano (1519-1522), que ya pisó tierras Filipinas, constató en efecto, la teoría; Abriendo con ello nuevos horizontes para la ambiciosa conquista colonial a través de la evangelización.

- Por: Tania Ch Savarof
Filipinas se convirtió, a partir del «descubrimiento» de la Ruta de Poniente en 1565, en un enclave fundamental para comerciar y evangelizar Asia, donde China fue desde el inicio un objetivo primordial. El libro de Fray Juan González de Mendoza, “Historia del Gran Reino de la China”, publicado en 1585 y convertido en todo un “Best Seller” ya en su época hace una descripción minuciosa de la vida en China, en base a los diarios de los religiosos y otros documentos que investigó el autor. Este, pese a ser enviado por el rey, nunca pudo visitar el imperio, aunque las lecturas le sirvieron para redactar una extensa crónica del reino de la Gran Muralla. En ella describe al detalle las vivencias de los frailes del siglo XVI en la China de los Ming. Llama la atención la forma en que Mendoza narra la entrada a China, que describe como “milagrosa”, y destaca la estancia de siete meses del Fray Alfaro y otros tres religiosos franciscanos en 1579. Pero la historia de cómo llegarían los españoles al imperio Chino es bastante más extensa, ya que se iniciaría con el viaje de Fernando Magallanes de 1519. Tras esta aventura se intentó en varias ocasiones encontrar el tornaviaje a Nueva España por el Pacífico aunque no fue hasta 1542-45 cuando se manda la primera expedición con destino explícito a las Filipinas.
Bajo el mandato de Ruy López de Villalobos —quien le da el nombre a la isla en honor al infante Felipe— viajan cuatro frailes agustinos, cuya orden será la primera en iniciar la evangelización del archipiélago, manteniendo la exclusividad hasta la llegada de los franciscanos en 1578, a los que luego se añadieron jesuitas (1581) y dominicos (1587). Precisamente, Juan González cuenta en su texto esta primera arribada de quince franciscanos en 1578. Los frailes ejercieron gran influencia sobre los nativos. Su trabajo no se limitó a cuestiones religiosas, sino que incluyó trabajos administrativos de la naciente ciudad. Es más, representaban la autoridad colonial en muchas zonas. Los jesuitas abrieron colegios, mientras que los dominicos se encargaron de la evangelización de indígenas y sangleyes.
En 1559, ya bajo el reinado de Felipe II, el rey solicita al fraile agustino, y experto navegante, Andrés de Urdaneta, que buscara la derrota de regreso a Nueva España (Actual México). Este se acompañará de su amigo Miguel López de Legazpi, que se convertirá posteriormente en el primer gobernador de Filipinas. La expedición llegó a las islas en 1565, concretamente a Cebú, donde realizan el primer asentamiento español en la zona al fundar la ciudad de San Miguel.
Ese mismo año, el fraile Urdaneta pasó a la historia al regresar entrando en Acapulco el 8 de octubre. La noticia se expandió como la pólvora. Aquel viaje constituirá una nueva ruta de la seda y el mayor proceso de extracción, circular de mercancía entre occidente y oriente que se mantuvo durante más de tres siglos a través de los viajes anuales del Galeón de Manila.
Fundación de Manila (1571)
La situación en Filipinas empezó a progresar para los intereses de la metrópoli. En 1565 se extiende las encomiendas hasta llegar a las 241 en pocas décadas. Legazpi, tras liderar una expedición a Luzón, la isla más importante del archipiélago, y al no encontrarse apenas resistencia, funda Manila el 24 de junio de 1571. La repoblación católica llegó desde México y se concretó al principio con 140 hombres de guerra y ya en 1575 desembarcarían 350 personas; 25 hidalgos, criollos y españoles, religiosos agustinos y también mujeres y sus familias. Desde el principio, el poblamiento se pensó como una política orientada hacia un hipotético futuro de establecimiento en China de civiles y misioneros, que pronto se reveló como mucho más complicado de lo imaginado.
Las Filipinas, y sobre todo Manila, se convertiría en la base principal para comerciar con los principales puertos asiáticos, entre ellos China, cuyos autóctonos comerciaban ya desde el siglo IX con este archipiélago y algunos se habían instalado en la zona.
Eran los llamados Sangleyes quienes destacan por su espíritu laborioso y su habilidad en el comercio. En 1595 ya se construye el barrio chino de Parián, fuera de las murallas de Manila, para asegurar el comercio español con ellos. Antes, en 1575 el gobernador había firmado tratados comerciales con la embajada de China y en ese mismo año llegarían las primeras mercaderías (sederías, porcelanas…) que cada año llenarían el Galeón de Manila a cambio de la plata americana. Eran realmente auténticas “cosas admirables” como indica Mendoza, que «eran esperadas con fulgor por la creciente clase criolla del nuevo mundo».
Pronto empieza a perfilarse la capacidad de Manila, que ya se había logrado enfocar en una ciudad comercial. En 1593 sería establecido por Real Cédula el monopolio del comercio con China a favor de los habitantes de Manila, bajo un solo requisito; haber habitado por más de diez años en la ciudad. En 1595 se le concedería a Manila, por Real Cédula, el rango de capital de Filipinas e iguales privilegios a otras ciudades del imperio ultramarino.
Expansión evangelizadora por Asia
En el plano religioso, Filipinas constituía también un enclave idóneo para extender la evangelización. En la mente de los religiosos permanecía un objetivo; China. Como enfatiza Mendoza tenían un “gran celo y deseo de la salvación” de aquellas almas. Este afán también lo demuestra el jesuita Alonso Sánchez que trazó un plan espectacular para la conquista de China junto al obispo Salazar quien expresó: “De mucho atrás he tenido gran deseo de la conversión de aquel reino y con él vine a estas islas; porque una de la razones que me movieron aceptar este obispado fue saber que estas islas estaban muy cerca de la China, y que habían en ellas muchos naturales de aquel reino que a ellas se habían venido a vivir”.
El bélico jesuita Alonso, por su parte, comprobará, tras su segunda visita, que las esperanzas de los religiosos en acometer una evangelización pacifica en China eran infructuosas, por lo que concluye que la entrada de los misioneros debía ir acompañada de soldados y por ello debía operarse una conquista militar. Pero esta ambiciosa intención se reveló pronto todavía más utópica que la primera.

Mientras tanto, en Filipinas la evangelización sí siguió los cauces practicados en América. Felipe II ejercía la soberanía y se había propuesto que el archipiélago fuera un “arsenal y deposito de la fe”. Realmente, el mayor obstáculo para la evangelización fueron los musulmanes del sur en Mindanao. La diferencia respecto a China radica en que en la segunda, la población no está sometida políticamente porque son sociedades bastantes desarrolladas y con un fuerte poder por parte de las autoridades locales. Además, los métodos de evangelización de esa centuria requerían a la vez una aculturación en las costumbres occidentales. Adquiriendo no solo los usos, sino los vestidos y gastronomía. De este modo, se usaba la religión como arma para el proceso «civilizador-colonizador».

Pese a todos los problemas, los religiosos mantendrían la convicción de conseguir el dominio espiritual y material en China, conscientes de los riesgos y los peligros a los que se enfrentaban. Aun hoy resulta ingenua esta idea de conquista que pretendían acometer en el país. Entre los numerosos peligros estaban; la persecución de las autoridades religiosas, como cuando el imperio Ming prohibió a los portugueses hacer proselitismo religioso en Cantón; La resistencia de los nativos creyentes de otras religiones… Sin olvidar la rivalidad entre las distintas órdenes religiosas como será en el siglo XVII el caso de los jansenistas con los jesuitas.

Ante el cerrazón chino, se intentaron nuevos métodos como acercarse a la clase dirigente. Así, en el siglo XVII uno de los hermanos Ricci logrará ser profesor del hijo del emperador. En 1610 ya tendrían unos cientos de iglesias fundadas pero con cierto sincretismo como permitir los cultos tradicionales que consideraron sin valor religioso. Por ejemplo, el culto a Confucio. Estas actitudes provocaron el enfrentamiento entre las órdenes. La postura franciscana se evidencia en el texto de Mendoza cuando indica que van a salvar las almas que el demonio tenía engañadas con falsas idolatrías. Como el ejemplo de la condena de los ritos chinos. No es de extrañar que se refieran a los cultos a Confucio como actos de idolatría o demonio, ya que en la Europa del XVI precisamente se había producido la ruptura que llevaría a la Santa Sede a convocar una contrarreforma. Pese a los esfuerzos de los misioneros católicos, los diferentes ritos chinos se mantuvieron y conservaron como parte esencial de su diversidad étnica y cultural. La China de los Ming aparecía así inquebrantable por sus riquezas, absolutismo político y cultura milenaria.
Bibliografía:
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– Ribot, Luis (2006) Historia del Mundo Moderno. Editorial Actas.
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– Santos Rovira, José María. Aproximación a la Historia del Gran Reino de la China.
de Fray Juan González de Mendoza. [En línea] 2005 Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. URL: http://www.ucm.es/info/especulo/numero31/vchina.html
Primera cirrcunnavegación mundial












